Durante las estaciones cálidas, como la primavera y el verano, es habitual que aumenten las enfermedades infectocontagiosas en los niños. Una de las más frecuentes es la varicela, una infección viral muy común en la infancia que, si bien suele ser leve, requiere atención y cuidados especiales para evitar complicaciones y contagios dentro del hogar.
La varicela suele comenzar con uno o dos días de fiebre, seguidos por la aparición de pequeñas manchas rojas en la piel. Estas primeras lesiones, llamadas máculas, aparecen generalmente en la cabeza o el rostro y luego se extienden hacia el resto del cuerpo.
Con el paso de las horas, las manchas se transforman en ampollitas con líquido, que luego evolucionan hacia costras, en un proceso que puede durar entre 4 y 7 días. Este aspecto variado de las lesiones —manchas, ampollas y costras al mismo tiempo— es lo que se denomina un cuadro polimorfo, característico de la varicela.
El contagio del virus se da principalmente por vía respiratoria o por contacto directo con el líquido de las ampollas. El período más contagioso ocurre desde uno o dos días antes de la aparición de los brotes hasta que todas las lesiones se convierten en costras. Una vez que el niño alcanza esta etapa, deja de transmitir el virus.
La especialista señala que la varicela no tiene un tratamiento específico; las medidas se enfocan en aliviar los síntomas. Es importante mantener la piel limpia y seca, evitar que el niño se rasque para prevenir infecciones secundarias y controlar la fiebre con los medicamentos indicados por el pediatra. También se recomienda vestir al niño con ropa liviana de algodón y mantener las uñas cortas.
En cuanto a la prevención, la vacuna contra la varicela forma parte del calendario nacional de vacunación y puede aplicarse a partir de los 12 meses de edad. Sin embargo, los bebés menores de un año no pueden recibirla, ya que no está indicada para ese grupo. En esos casos, es fundamental proteger el entorno familiar, evitando la exposición del bebé a personas con síntomas de la enfermedad o aislando los casos confirmados dentro del hogar.
Aunque la mayoría de los cuadros evoluciona sin complicaciones, en bebés pequeños o niños inmunodeprimidos, la varicela puede tener una evolución más grave, por lo que siempre es recomendable consultar al pediatra ante la sospecha o confirmación del diagnóstico.
Conclusión:
La varicela es una enfermedad frecuente y, en la mayoría de los casos, benigna, pero requiere cuidados atentos y prevención adecuada para evitar complicaciones y nuevos contagios.
Conocer sus síntomas, aplicar las vacunas en tiempo y forma, y actuar con precaución ante los primeros signos permite proteger la salud del niño y del entorno familiar.
			




