Cuando los bebés comienzan a dar sus primeros pasos —alrededor del año de vida, aunque puede variar según cada niño—, muchas familias notan que los pies parecen más planos de lo esperado. Esa observación suele generar una pregunta frecuente:
¿mi hijo tiene pie plano?
Esta apariencia es completamente normal durante los primeros años de vida. Los bebés y niños pequeños tienen una mayor cantidad de grasa en la planta del pie, lo que da la sensación de que no hay arco. Esa “grasita” cumple una función de amortiguación y protección, y se va reduciendo progresivamente a medida que la musculatura se activa y el cuerpo gana fuerza.
Con los hitos del desarrollo, el niño empieza a ponerse de pie, caminar y correr, fortaleciendo los músculos del pie y del tobillo. Este proceso natural contribuye a que el arco plantar se forme de manera gradual.
Recién a partir de los tres años se empieza a observar con mayor claridad la curvatura interna del pie, y alrededor de los siete años el esqueleto se asemeja al de un adulto, aunque continúa creciendo en tamaño. Por eso, antes de esa edad no se recomienda diagnosticar “pie plano” ni recurrir a plantillas o tratamientos correctivos sin una evaluación profesional.
Sin embargo, hay ciertos signos a los que los padres pueden prestar atención. Si el niño presenta dolor, dificultad para caminar, fatiga excesiva en los pies o las piernas, o si el pie parece rígido y sin movilidad, es importante realizar una consulta con un traumatólogo infantil o kinesiólogo especializado.
En esos casos, el profesional podrá evaluar si se trata de un pie plano flexible —que no requiere intervención y es simplemente una variación normal del desarrollo— o de un pie plano rígido, donde sí puede ser necesario un abordaje terapéutico específico.
La clave está en observar el movimiento y la comodidad del niño más que la forma del pie. Mientras el pequeño camine, juegue y se desplace sin dolor ni limitaciones, lo más probable es que el desarrollo sea completamente normal.
Conclusión:
El pie plano en los primeros años de vida no suele ser un motivo de preocupación, sino una etapa natural del crecimiento. La licenciada Paula Galo recuerda que el arco plantar se define con el tiempo y que cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo.
			



