Las convulsiones febriles son episodios que pueden generar gran preocupación en las familias, sobre todo cuando suceden por primera vez. Sin embargo, son una manifestación relativamente frecuente en la infancia y, en la mayoría de los casos, no implican un riesgo grave.
Se denominan convulsiones febriles a aquellas que ocurren en el contexto de una fiebre elevada, ya sea mientras la temperatura corporal está aumentando, en su punto máximo o incluso cuando comienza a descender. Durante el episodio, el niño o la niña puede presentar una pérdida momentánea del conocimiento, movimientos involuntarios en brazos y piernas, y desviación de los ojos hacia arriba.
Este tipo de convulsiones suelen presentarse entre el año y los cinco años de edad, y se consideran una entidad benigna y autolimitada. En la mayoría de los casos no dejan secuelas ni se asocian a epilepsia. Aun así, es comprensible que la escena resulte angustiante para los padres o cuidadores.
Ante una convulsión febril, lo más importante es mantener la calma y seguir algunos pasos clave para garantizar la seguridad del niño:
- – Evitar que se golpee la cabeza: Sostener suavemente su cabeza con ambas manos para prevenir lesiones por los movimientos involuntarios.
 - – No introducir objetos en la boca: Contrario a lo que a veces se cree, esto puede ser peligroso y causar daño.
 - – Controlar el tiempo del episodio: Saber aproximadamente cuánto dura la convulsión es información muy útil para los profesionales de salud.
 - – Acudir a la guardia médica: Si es la primera vez que ocurre, es fundamental que un pediatra evalúe al niño para confirmar el diagnóstico y descartar otras causas.
La duración habitual de una convulsión febril es breve —generalmente menos de cinco minutos— y el niño suele recuperarse completamente después del episodio. En casos donde el evento dure más tiempo, o si el pequeño no recupera el conocimiento con rapidez, se debe buscar atención médica urgente. 
Además, es importante recordar que la fiebre, en sí misma, no es peligrosa: es una respuesta del cuerpo ante una infección. Lo relevante es mantener al niño hidratado, controlar la temperatura y actuar con serenidad si una convulsión ocurre.
Conclusión:
Las convulsiones febriles son una situación que puede asustar, pero en la mayoría de los casos no representan una amenaza grave. Saber cómo reaccionar y reconocer las señales de alarma ayuda a atravesar el momento con mayor tranquilidad.
			




