Durante el embarazo, el cuerpo de una mujer atraviesa una serie de transformaciones profundas que preparan el terreno para el nacimiento del bebé. Sin embargo, algunos de estos cambios también pueden afectar estructuras esenciales, como el suelo pélvico.
El embarazo es un factor de riesgo importante para el debilitamiento del suelo pélvico. Esto se debe a dos motivos principales: el aumento de peso que recae sobre esta zona y la distensión abdominal, que genera una presión constante sobre los músculos que la sostienen.
A esto se suma la acción de las hormonas del embarazo, que preparan al cuerpo para el parto, pero también provocan que la musculatura se vuelva más laxa. Como consecuencia, muchas mujeres pueden experimentar incontinencia urinaria en distintos momentos del proceso gestacional.
Esta pérdida involuntaria de orina puede aparecer de forma temporal —por ejemplo, durante el segundo trimestre— y desaparecer después del parto. Pero en otros casos, persiste más allá del nacimiento del bebé y requiere atención profesional.
No se trata de una situación “normal” que deba aceptarse sin más, sino de una señal que el cuerpo utiliza para manifestar que algo necesita ser fortalecido o corregido. Ignorarla puede aumentar el riesgo de que los síntomas empeoren o que se desarrollen otras disfunciones pélvicas en el futuro.
La buena noticia es que existen estrategias eficaces para prevenir y tratar estas alteraciones. A través de ejercicios específicos, técnicas de reeducación postural y el acompañamiento de un especialista, es posible fortalecer el suelo pélvico y mejorar la calidad de vida.
Por eso, se recomienda realizar una consulta con un especialista en suelo pélvico a partir del segundo trimestre del embarazo, cuando el cuerpo ya atraviesa cambios significativos. Y si esa evaluación no se hizo durante el embarazo, el posparto —alrededor de los dos meses después del parto— también es un excelente momento para comenzar el trabajo de recuperación.
Cuidar el suelo pélvico no solo previene molestias, sino que también contribuye a una mejor recuperación después del parto y a un bienestar integral a largo plazo.
Conclusión:
El suelo pélvico cumple un papel fundamental en el embarazo, el parto y la vida cotidiana. Su cuidado debería formar parte de la rutina de toda futura mamá, tanto como las ecografías o el control obstétrico.
			




