Entender nuestras emociones para acompañar mejor a nuestros hijos
Detrás de muchas decisiones que tomamos como madres y padres, se esconde una emoción silenciosa pero poderosa: el miedo. La crianza basada en el miedo se apoya en la necesidad de control, que nos lleva a hipervigilar cada paso de nuestros hijos como si cada desafío implicara un riesgo inminente. Por el contrario, criar desde la confianza implica soltar ese control y apostar por las capacidades naturales de crecimiento y desarrollo que tienen nuestros hijos.
¿Qué es la crianza basada en el miedo?
La crianza basada en el miedo se construye desde una mirada controladora, donde se perciben los desafíos como amenazas. Esto lleva a generar mecanismos de vigilancia y sobreprotección para evitar cualquier posible daño. El foco está puesto en los riesgos, en lo que puede salir mal si no intervenimos. Así, la infancia se convierte en un campo minado de “cuidado con esto, muchas veces más desde nuestras propias inseguridades que desde una necesidad real del niño o la niña.
Criar con confianza no significa dejar a los hijos a la deriva. Es todo lo contrario: implica una profunda creencia en sus procesos, en sus recursos internos para afrontar desafíos, frustraciones y aprendizajes. Supone entender que cada obstáculo forma parte del camino y que acompañarlos no es evitarles todo dolor, sino estar ahí cuando lo atraviesan.
También requiere una fuerte introspección. Si criamos desde el miedo, necesitamos trabajar nuestras propias emociones, identificar de dónde vienen esas alertas constantes y qué nos dicen sobre nuestra historia. Si queremos criar desde la confianza, es clave fortalecer nuestra autoestima como madres y padres, y sostenernos con amor cuando las dudas aparezcan.
“Lo importante no es dejar de cuidar, sino dejar de controlar. Confiar es creer en el proceso de desarrollo de nuestros hijos, en su capacidad para crecer, aprender y superarse cada día”, explica Sol Rivera, Psicóloga.
La manera en que vemos a nuestros hijos marca profundamente la forma en que ellos se ven a sí mismos. Si confiamos en su capacidad de aprender, de equivocarse, de repararse y crecer, ellos también aprenderán a confiar en sí mismos. El acompañamiento respetuoso, basado en el diálogo y la observación, les permite desarrollarse con mayor seguridad emocional y autonomía.
Conclusión
Criar desde el miedo puede parecer una forma de cuidado, pero muchas veces limita el desarrollo natural de nuestros hijos. En cambio, apostar por una crianza basada en la confianza no solo los fortalece, sino que también nos transforma a nosotros como madres y padres. Revisar nuestras emociones y transformar nuestra mirada puede ser el primer paso hacia una relación más saludable, cercana y real con quienes más amamos.