La sonrisa de un niño es pura ternura… y también necesita cuidados desde el primer día. Las caries rampantes son un tipo de lesión dental que aparece en los primeros años de vida, y que avanza rápidamente si no se detecta a tiempo. Su causa más común es que el bebé o niño pequeño se duerma con el biberón en la boca. Ese contacto prolongado con líquidos azucarados, leche o jugos crea un depósito ideal para que los microorganismos se alimenten y produzcan ácidos que dañan el esmalte.
El primer signo de alerta es una mancha blanca en la superficie del diente, más clara que el resto. Esta etapa es clave: todavía no hay dolor y la lesión es reversible si se actúa a tiempo. Sin tratamiento, la caries avanza hacia la cavitación —el “agujerito” visible— que requiere atención odontológica inmediata.
La prevención es el mejor tratamiento. Además de evitar que los niños se duerman con el biberón, es fundamental realizar controles regulares con el odontopediatra para detectar lesiones incipientes. Otra herramienta preventiva son los selladores de fosas y fisuras: cuando las muelas permanentes erupcionan (aproximadamente a los 6 años), su superficie presenta pequeñas “montañitas” y surcos que pueden retener restos de comida y placa bacteriana. En el consultorio, esos surcos pueden sellarse con un material especial que impide que los microorganismos se acumulen.
Este procedimiento es indoloro y rápido, y ayuda a proteger los dientes de futuras lesiones. No todos los niños lo necesitan, pero es una opción muy efectiva cuando la anatomía dental lo requiere.
Conclusión
Las caries rampantes pueden aparecer mucho antes de lo que imaginamos, pero también pueden prevenirse con hábitos simples: higiene bucal desde el primer diente, evitar el biberón nocturno y realizar visitas periódicas al odontopediatra. Detectar a tiempo una mancha blanca es ganar la batalla antes de que empiece. Y así, esa sonrisa que tanto amamos podrá seguir brillando sana por muchos años.
			



