El recambio dentario es una de las etapas más esperadas y, al mismo tiempo, más desconocidas para los niños. Explicarles cómo funciona este proceso es fundamental para evitar que se asusten cuando una pieza dental comienza a moverse.
Los primeros dientes que suelen caerse son los incisivos centrales y los incisivos laterales, por lo que resulta sencillo para los padres notar este cambio. En la mayoría de los casos, los niños no presentan dolor cuando un diente se afloja, aunque sí pueden sentir cierta incomodidad. Si el dolor aparece, lo más recomendable es consultar con un odontopediatra, para descartar cualquier complicación y aliviar la molestia.
Existen recursos simples que ayudan a que la pieza dentaria termine de aflojarse de manera natural. Una buena opción es ofrecer a los niños alimentos más duros, como manzanas o choclos, que al morder facilitan el proceso de movilidad del diente. Este tipo de estrategias no solo colabora con el recambio, sino que además puede transformar la situación en un momento divertido y cotidiano.
Por otro lado, es importante observar la erupción de los dientes permanentes. En ocasiones, la nueva pieza comienza a salir por detrás del diente de leche, mientras este aún no se ha caído. Este escenario, conocido comúnmente como “dientes de tiburón”, requiere una consulta con el odontopediatra. El especialista podrá evaluar por qué la pieza temporaria no se desprendió y determinar si es necesario intervenir.
El rol de los padres en esta etapa no es únicamente el de acompañar, sino también el de brindar seguridad. Los niños pueden tener dudas o incluso miedo al notar que un diente se mueve, por lo que la información clara y tranquila les permite vivir este proceso como algo natural y parte de su crecimiento.
Conclusión
La caída de los primeros dientes es un momento importante en la infancia y marca el inicio del recambio dentario. Con paciencia, contención y el acompañamiento del odontopediatra cuando sea necesario, los niños pueden atravesar esta etapa sin miedo y con confianza.
Acompañar con calma y explicar con claridad es la mejor forma de ayudar a que cada niño viva este proceso como un paso más en su desarrollo.